Esta esa una historia que Paul Washer compartió en una de nuestras conferencias:
“Una vez, cuando yo era joven, y regresé de Perú, me pidieron que hablara en una iglesia, pusieron micrófonos en los pasillos y la gente venía a hacer preguntas al misionero.
Nunca voy a olvidar ese pequeño pelirrojo, el era tan pelirrojo y tenía pecas por todo su rostro. El caminó hasta el micrófono, y estába en puntillas entonces tuvieron que bajar el micrófono.
Comenzó: "Sr. Washer?"
Le dije: "Sí."
Él dijo: "Cuando ganes a todos para Jesús en Perú, entonces, ¿qué vas a hacer?"
Todo el mundo se echó a reír, excepto él y yo. Yo dije: "Bueno, cuando en Perú yo gane a todos para Cristo, creo que tengo que ir a buscar otro lugar para trabajar."
Él dijo, "Sí, eso es lo que yo pensaba también."
¿Por qué no? No veo nada en la Biblia que me dice que no puede suceder. Joven, escúchame. Deja que una sola persona te limite - Dios.
Hemos levantado a hombres, que, muchas veces, en nombre de la providencia de Dios, son, hombres pequeños de mente estrecha con espíritus estrechos y corazones pequeños. Necesitamos hombres con ganas. Necesitamos hombres de corazón. Necesitamos hombres y mujeres que creen en su Dios para cosas grandes.
A veces, cuando estoy en mis rodillas y gritó, "¡Oh, Dios, ¿qué quieres hacer ahora?" Parece que en mi corazón una y otra vez escucho una respuesta singular: "¿En qué me puedes creer? ¿Qué es lo que quieres hacer? ¿Crees que has excedido mi capacidad de entregar? ¿Crees que has excedido mi grandeza, hombre pequeño? Ponte de pie, camina al aire libre, cuenta las estrellas, si puedes. Yo las conozco por nombre! ¿Qué quiero hacer? ¿En qué me puedes creer? "
Dios ama la audacia de un hombre que le venera, y que tiembla a Su nombre, y sin embargo lucha por el bien de Jerusalén - que se agarra de los cuernos del altar. Él ama al hombre que diga, "!No voy a dejarte ir hasta que me bendigas! No encontrarás ningún descanso en mí, hasta que hayas hecho de Jerusalén una alabanza, y de la Iglesia, una belleza.”