Gresham Machen nos recuerda otra razón por la cual debemos amar la iglesia:
¿No hay refugio de la lucha? ¿No hay un lugar refrescante donde un hombre pueda prepararse para la batalla de la vida? ¿No hay un lugar donde dos o tres se pueden reunir en el nombre de Jesús, para olvidar por un momento todas esas cosas que dividen una nación de otra nacion y una raza de otra raza, para olvidar el orgullo humano, para olvidar las pasiones de la guerra, para olvidar los problemas desconcertantes de conflictos industriales, y para unirsen en desbordante gratitud ante los pies de la Cruz? Si hay un lugar así, entonces esa es la casa de Dios, y esa la puerta del cielo. Y de debajo del umbral de aquella casa saldrá un río que revivira el mundo cansado. (Cristianismo y Liberalismo [1923], 180-81)