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Los Resultados de la Neglicencia de la Adoracion Familiar

Publicado por Scott T. Brown el 04/01/2014
Y, en verdad hay una fuente y causa de la decadencia de la religión en nuestros días, que no podemos dejar de tocar y de sinceramente impulsar a que sea reparada; y esta es, el abandono de la adoración a Dios en las familias, por aquellos a quienes se les a comprometido la responsabilidad y la conducta de ello. ¿No podría la enorme ignorancia y la inestabilidad de muchos; con la profanidad de otros, ser cargada con razón sobre sus Padres y Maestros; quienes no los han entrenado en el camino por donde debian andar cuando eran jóvenes? pero han desatendido esos mandamientos frecuentes y solemnes que el Señor ha puesto sobre ellos para catequizar y enseñarles a sus hijos, para que sus años de juventud puedan ser sazonados con el conocimiento de la verdad de Dios revelada en las Escrituras, y también por la falta de la oración de los padres, y otros deberes de la religión en sus familias, junto con el mal ejemplo de sus conversaciones inapropiadas, los han acostumbrado primero a descuidar, y luego a despreciar toda piedad y religión.
Sabemos que esto no excusa la ceguera o maldad de ninguno, pero por seguro va a caer pesadamente sobre los que han sido la causa de la misma, ellos verdaderamente se envuelven en sus pecados, pero, ¿no se les pedirá cuenta a ellos de la  sangre de aquellos quienes han estado a su cuidado, que aún se les permitió seguir sin advertirles, y por lo tanto les condujo a los caminos de la destrucción? ¿ y no la diligencia de los cristianos en épocas pasadas en relación con el desempeño de estos deberes, se levantaria en juicio y condenación contra muchas de las cosas que ahora se estiman?
Concluiremos con nuestra ferviente oración, que el Dios de toda gracia, derramará aquellas medidas de su Espíritu Santo sobre nosotros, que la profesión de la verdad pueda ser acompañada con la firme creencia, y nuestra práctica diligente de la misma, que su nombre sea glorificado en todas las cosas por medio de Jesucristo nuestro Señor, Amén.
 
Introduccion de la Confesion del 1677/89

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