Deber de los Padres para con Sus Hijos – John Bunyan
Si eres un padre o una madre, debes considerar tu llamado bajo esa relación.
Tus hijos tienen almas, y al igual que tú, tienen que ser engendrados de Dios o perecerán. Y sabemos también que a menos que seas muy circunspecto en tu comportamiento delante de ellos, se pueden perder por causa tuya: esto debería provocarte a instruirlos, y también a corregirlos.
Primero, tienes que enseñarles como la Escritura dice, y “criadlos en la disciplina e instrucción del Señor.”, y hacerlo diligentemente, “cuando te sientes en tu casa y cuando andes por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes” (Efesios 6:4; Deu 6:7).
Ahora bien, para hacer esto con propósito:
1. Hazlo en términos y palabras fáciles de entender—no con expresiones profundas que va a ahogar a tus hijos—pues así habló Dios a sus hijos (Oseas 12:10), y Pablo a sus hijos (1 Corintios 3:2).
2. Ten cuidado de no llenar las cabezas de tus hijos con caprichos y nociones improductivas porque esto, en algún punto, les va a enseñar a ser impertinentes y orgullosos en vez de sobrios y humildes. Enséñales pues el estado natural del hombre, habla con ellos del pecado, de la muerte y el infierno, de un Salvador crucificado, y de la promesa de vida a través de la fe: “Enseña al niño el camino en que debe andar, y aun cuando sea viejo no se apartará de él” (Prov. 22:6).
3. Debe haber mucha delicadeza y paciencia en todas tus instrucciones, “que no se desalienten” (Colosenses 3:21).
4. Y esfuérzate por convencerlos, a través de una conversación adecuada, de que las cosas que les estás instruyendo no son fábulas sino realidades. Sí, realidades tan superiores a lo que se puede disfrutar aquí, que todas las demás cosas, aunque fueran mil veces mejores de lo que ahora son, no son dignas de ser comparados con la gloria y la dignidad de estas cosas. [8]
Isaac era tan santo delante de sus hijos que cuando Jacob se acordó de Dios recordó que él era “el que temía a su padre Isaac” (Génesis 31:53). ¡Ah! cuando los niños pueden pensar así de sus padres, y bendecir a Dios por la enseñanza y el bien que han recibido de ellos, esto no sólo es provechoso para los niños, pero honorable y agradable para los padres: “El padre del justo se regocijará en gran manera, y el que engendra un sabio se alegrará en él.” (Prov. 23:24, 25).
Segundo, el deber de corrección.
1. Comprueba si las palabras justas los ganará del mal. Este es el camino de Dios con sus hijos (Jeremías 25:4, 5).
2. Deja que tus palabras de reproche sean escasas, sobrias y pertinentes, añadiendo siempre alguna frase adecuada de la Escritura. Por ejemplo, si se encuentran mintiendo, entonces algo como Apocalipsis 21:8 y 27. Si rechazan a escuchar la Palabra, algo como 2 Crónicas 25:14-16.
3. Asegúrate de que no sean compañeros de los que son groseros e impíos, moestrando con sobriedad una aversión constante de sus travesuras, a menudo clamándoles, como Dios hizo en la antigüedad a los suyos, “No hagáis ahora esta cosa abominable que yo aborrezco.” (Jer 44:4).
4. Deja que todo esto esté mezclado con tanto amor, piedad y compunción de espíritu, que si es posible puedan ser convencidos de que lo que disgustas no es su persona sino sus pecados. Este es el camino de Dios (Sal. 99:8).
5. A menudo esfuérzate por fijar en sus conciencias el día de su muerte y del juicio por venir. Así también Dios se ocupa de los suyos (Deuteronomio 32:29).
6. Si eres conducido a la vara, entonces disciplínalos deliberadamente y sin acalorarte, y sobriamente muéstrales, 1) su culpa; 2) que tu corazón no se goza de tener que tratarlos de esta manera; 3) que lo que haces, lo estás haciendo a conciencia para con Dios, y por amor de sus almas; 4) y diles que, si hubiesen hecho lo justo, no tuvieras que llegar a este nivel de severidad. Esto, lo he probado, es un medio para afligir sus corazones, así como sus cuerpos, y puesto que es la forma en la cual Dios trata a los suyos, es la manera más eficaz de lograr este fin.
7. Acompañe todo esto con oración a Dios por ellos, y déjele el asunto a Él: “La necedad está ligada al corazón del niño; la vara de la disciplina la alejará de él.” (Prov. 22:15).
Por último, observe estas precauciones,
1. Cuídate de que las malas acciones que estás corrigiendo en tus hijos no las están aprendiendo de ti. Muchos niños aprenden la maldad de sus padres por las cuales ellos los disciplinan y castigan.
2. Cuídate de no sonreir ante sus pecados, para fomentar en ellos las faltas más pequeñas, no sea que tu conducta los estimulen a cometer aun mayores.
3. Cuídate de no utilizar palabras desagradables o inapropiadas en tu reprimenda, como burlas, bromas, y cosas similares: esto es diabólico.
4. Cuídate de no utilizar demasiadas palabras regañosas ni amenazas, mezcladas con ligereza y risa, esto los endurecerá. No hables demasiado ni a menudo sino lo pertinente a ellos, y con toda gravedad.
John Bunyan
John Bunyan (1628 – 1688) was an English Christian writer and preacher, best known for writing The Pilgrim's Progress, arguably one of the most famous published Christian allegories.